El ùltimo suspiro en Pìo Nono

Los recuerdos e historias en el adiós
DE MANIQUIES ORTEGA

Esta emblemática tienda está a pocos días de bajar sus cortinas y despedirse para siempre del barrio Bellavista. Pero antes del cierre, aquí están los secretos detrás de un maniquí.

Texto Katherin del Solar H.

Definitivamente, comprar ropa es uno de los pecados más irresistibles para una mujer. Vitrinas atestadas con las nuevas colecciones, llenas de colores, luces y las mejores prendas puestas de forma impecable sobre una mujer de cuerpo perfecto, pero que no habla, no piensa y no se mueve, porque es un maniquí, un objeto que para tiendas como París, Falabella o La Polar, resulta indispensable, pues de no existir, seguramente la ropa no se vería igual y las ventas serían mucho menores.

“Si tu maniquí no es Ortega, no es un buen maniquí”, ese podría ser perfectamente bien el eslogan de la tienda “Maniquíes Ortega”, que nació a comienzos del siglo XX, cuando su creador Jacinto Roque Ortega, luego de estudiar arte en Francia llegó a Chile con la intención de crearla. Hoy, no sólo es a más antigua del rubro, sino también la que proporciona la mejor calidad en sus productos. Ubicada en la calle Pío Nono 225, esta tienda ha logrado atender a gran parte del mercado en Chile y el extranjero, abasteciendo a los grandes retail por más de 30 años, con productos reconocidos a nivel nacional e internacional como percheros, maniquíes, bustos para vitrinas, exhibidores y colgadores.

Mientras camino por Pío Nono noto que un hombre entrado en años, alto y delgado, esta parado en la calle justo en la entrada del local. Me acerco a él, le pregunto si está Jacinto Ortega y me dice con un tono seco “yo soy”. Cuando le explico que lo busco para hacerle un par de preguntas y tomar algunas fotos, me dice, con un extraño acento, pues es de origen argentino, que el es Jacinto Ortega, pero no el dueño del local, sino un empleado más, que es sólo coincidencia de nombre y que no puede acceder a mi petición, porque no le gustan esas cosas. Comprendo que es él y que simplemente no quiere hablar, por lo que sigo su juego y luego de un rato, logro que me comience a contar todo sobre la tienda y descubro que él es el heredero del “imperio del maniquí”, que su padre falleció hace años y él sólo siguió con la tradición.

“Ese maniquí de ahí es figurado”, me dice mientras indica uno blanco con el pelo dibujado y pintado color chocolate. “Ese otro con peluca y maquillaje es el que más se vende, porque tiene un aspecto más real”, dice mientras muestra uno que de lejos es exactamente igual a una mujer, tanto así, que si lo visto y lo llevo a una fiesta con mis amigos, seguramente al cabo de unos segundos y luego de un par de tragos le empezarían a preguntar cómo se llama para buscarla en “Facebook” o la invitarían a bailar.

“Ese otro que está ahí es un perchero, lo usan las modistas para pruebas, y se han vendido más que nunca, porque lo compran los que estudian diseño de vestuario. Tómele una foto y póngala en su trabajo”, dice. Tomo la foto y me quedo mirando fijamente un maniquí de un hombre que está detrás del perchero, porque creo que su cara se parece a la del actor estadounidense Tom Cruise. Le pregunto a Don Jacinto quién hace las caras y me explica que hay un experto que se dedica a eso y además, agrega que “un maniquí en construirse se demora más de una semana, se hace el original a mano y sobre eso se hace la matriz”. Con tanto trabajo, ¿cuánto cuesta un maniquí?, es lo que se me ocurre preguntar. “Los precios son variables, un perchero cuesta $50.000 y un maniquí con peluca cerca de $90.000, pero depende de que lo pidan”, contesta el experto en estas figuras.

Seguimos parados en un pasillo largo y rodeado de maniquíes, cuando me dice que espere, porque va a ir a buscar un folleto con las tallas. ¿Qué tallas si son todos iguales? pienso, pero definitivamente me equivoco. Después de todo estas figuras perfectas no son tan perfectas, sino más bien el reflejo de las personas de nuestra sociedad, de hecho dadas las características de la población y el aumento de la obesidad, “Maniquíes Ortega” no se quedó atrás y tiene tallas especiales que llegan hasta la 60. Por eso, para comprar un maniquí, siempre se debe medir en centímetros los senos, cintura y caderas y luego comprar.

Y así, después de una negativa rotunda a contestar mis preguntas, termino mi visita a “Maniquíes Ortega” casi convertida en una experta. Me despido de “Don Jacinto”, el que no es el dueño, pero se llama exactamente igual, y le digo en tono de broma que nos volveríamos a ver. “Nos cambiamos de dirección, esta tienda de Pío Nono se cierra para siempre”, es su cruda respuesta. ¿Por qué?, es lo único que se me ocurrió preguntar y me dice que simplemente porque necesitan un lugar más acorde con lo que venden y que por eso se cambiaron a Rosas 1869, un sitio donde se ampliaron y pretenden comenzar a escribir la nueva historia de “Maniquíes Ortega”, una pensada en las “señoras o señoritas que saben coser”, pero en pleno siglo XXI.

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